Pues eso y os voy a comentar el por
qué pienso así. Estaba hace unos días en una tienda de electrónica matando el
tiempo cuando al pasar cerca de unas estanterías donde había auriculares
(headphones como dicen los anglófilos), me percaté de que había un padre más o
menos de mi edad con su hijo de unos 16 años, delante de las mismas dudando que
adquirir.
Uno de mis múltiples defectos, es que
cuando veo a alguien con cara de incertidumbre, a la hora algún objeto de los
que considero que entiendo o he probado, me entra la tentación de echarle una mano.
Esto me pasa principalmente con los dispositivos de tecnología y con los libros
(más a menudo). Si veo a una persona en frente de la estantería de libros de
acción y tiene delante de la vista a alguno que he leído y me ha gustado se lo
recomiendo.
Pues bien, en esta ocasión y una vez
más primó la tentación sobre la precaución y acercándome al padre le pregunté
si entendía de auriculares o quería que le echase una mano.
Cuando haces este tipo de preguntas,
habitualmente la gente mira si llevas el uniforme propio de la tienda o tienes
pinta de pertenecer a la misma. Cuando se dan cuentan de que no es el caso, te
miran de forma un poco suspicaz, ya que no solemos estar habituados a que la
gente se preocupe por nosotros y nos intente ayudar, aunque sea en un tema tan
trivial como el que estoy contando.
En fin, estaba en esas intentando
explicarle a aquel buen hombre cuales eran las características principales que
se debían tener en cuenta a la hora de adquirir unos auriculares (rango de
frecuencias, decibelios, supresión de ruido, etc.), así como si me podía decir
el uso a que iban a ir dirigidos (en el salón de casa, para correr, para
viajar, etc.). En función de esto último suelo recomendar: supraaurales (se
apoyan sobre el pabellón auditivo), circumaurales (rodean completamente la
oreja) o Intrauriculares (se introducen dentro del oído).
Conforme iba comentando estos aspectos
al padre, me dio la sensación de que el hijo, no estaba muy atento a mis
explicaciones y prefería recorrer la estantería, contemplando los diferentes
auriculares de moda exhibidos.
A su vez, su padre y yo íbamos
recorriendo las estanterías y tomando las cajas de los diferentes modelos expuestos con el fin de refrendar la teoría con la práctica.
Andábamos en estas, cuando ví unos
auriculares Sennheiser, que me llamarón la atención por el precio que tenían.
Era un modelo exactamente igual al que yo tengo, estaba de oferta y valían tres
veces menos que lo que yo había pagado en su día por ellos.
Los cogí y le di al buen hombre una
disertación acelerada, por el interés que yo tenía en trasmitirle lo que
consideraba que era una oportunidad de adquirir unos buenos auriculares a un
precio de risa. Le comenté lo que era la marca Sennheiser en el mundo de los
auriculares, el precio real de los mismos, que yo estaba encantado, etc.
Cuando acabé y considere que ya había
cumplido con mi deber de asesorar a aquel hombre en la medida de mis
posibilidades, lo dejé para que tomase la decisión en función de lo que había oído
y sus posibilidades económicas. No acostumbro a meterme en la cartera de los
demás.
En el instante en el que me alejé y me
fui por otra zona de la tienda, fue cuando el hijo que hasta aquel momento no
se había sentido atraído por mi disertación técnica se aproximó a su padre.
Como observé, que el padre tenía en sus manos la caja de los Sennheiser y
parecía que le repetía mis argumentos a su hijo me dí por satisfecho.
Al cabo de un rato y una vez fuera de
la tienda, me crucé con ellos en la puerta. El hijo iba la mar de contento con
unos auriculares de moda con calaveras blancas y negras pintados en la
periferia de los auriculares.
Me fui dando vueltas a la cabeza sobre
lo que había pasado y como dice uno de los mejores comerciales que conozco
intenté ponerme en el lugar de cada uno de nosotros, llegando a las siguientes
observaciones:
·
Lo
que pensaba el hijo:
o
Este
“carca” porqué se acerca a mi padre a soltarle semejante discurso y se mete en
donde no le llaman.
o
Espero
que mi padre no le entienda la mitad de lo que le diga, desconfíe y no le haga
caso.
o
Quiero
unos auriculares que estén de moda, que sean los que imperan en mi cuadrilla y
que mis colegas sientan envidia.
·
Lo
que pensaba el padre:
o
¿Qué
interés le moverá a este hombre a darme toda esta charla?
o
¿Con
que auriculares se quedara satisfecho mi hijo?
o
Si
le hago un regalo que no le gusta, “tengo” auriculares para todo el año.
·
Lo
que pensaba yo:
o
Han
dejado pasar una buena oportunidad para tener auriculares para siempre.
o
El
año que viene estará aburrido de la moda y de los auriculares “fashion” de este
año.
o
Han
pagado los auriculares de moda (vie el precio) cuatro veces lo que valían los
de calidad.
o
Una
vez más he hablado donde no me lo han pedido.
o Si hubiese llevado la gorra de comercial, me habría preocupado de averiguar cual era el verdadero cliente (el hijo) y no al que yo quería ayudar (el padre).
o Si hubiese llevado la gorra de comercial, me habría preocupado de averiguar cual era el verdadero cliente (el hijo) y no al que yo quería ayudar (el padre).
Es más que probable que de nuevo me
encuentre de nuevo ante una situación parecida y proceda de la misma manera, ya
que cada uno es como es. De todas formas hay un par de frases que desde mi
punto de vista es un resumen de la situación:
·
A
pesar de la situación económica, no hacemos caso de lo que nos dicen y seguimos gastando lo que no debemos, en cosas
que no lo merecen, por la preocupación de nuestro entorno y el que dirán.
·
Viendo
la alegría del chaval por haberse salido con la suya a pesar de la opinión de
los mayores, se hace cierta la frase de la canción de Sabina “no hay nada mejor
que encontrar un amor a medida”